Soledad Barruti es la autora de Mala leche y Mal comidos, los libros que más repercusión tuvieron en concientizar sobre qué comemos los argentinos. En su presentación en Rosario, pudimos hablar con ella sobre cómo es la actual industria alimenticia y la necesidad de lograr que los Estados y las empresas piensen y ejecuten una alimentación sustentable pero sobre todo, responsable.

¿Cómo surge tu inquietud sobre investigar qué comemos? En tus libros nos alertás sobre lo que comemos…

Empecé a investigar por la curiosidad que me daba saber de donde provenían los alimentos que consumía y entender qué componía la dieta de mi hijo, lo que a él más le gustaba, la comida que estaba muy bien empaquetada, de la que tenía muy poca información. Comida que compraba una y otra vez cuando iba al supermercado para darle de comer lo mejor posible. Este tema siempre está enlazado con la curiosidad, y a su vez creo que es el tema actual más interesante para investigar si te dedicás a la investigación y a mí como periodista me gusta la exploración. Fue una relación entre interés personal con una búsqueda profesional.

En tu presentación en Rosario tuviste un auditorio lleno y de público muy joven… ¿Crees que estamos en un momento de inflexión sobre el consumo de alimentos?

Creo que hay una búsqueda muy activa de muchísimas personas en tratar de alimentarse de una manera más razonable con distintas búsquedas, lo cual resulta interesante. No todas militan lo mismo pero sí alrededor de la alimentación, y buscando que la alimentación no genere desastres a la salud, a la cultura, al medio ambiente, que no de vergüenza y que trate a las personas en lugares de dignidad. Hoy la industria alimentaria trata a las personas muy indignas y eso pone en acción a muchas personas. Es una industria que cuando se corta la publicidad y toda la magia que se pone alrededor de ese dinero invertido, cuando se corre ese velo y aparece lo que es, la primer reacción de mucha gente es el enojo, no querer participar más o querer cambiarlo todo. Creo que son muy pocas las personas que permanecen iguales cuando ven todo el desastre que implica la producción actual alimentaria.

¿Crees que podemos encontrar un equilibrio entre el objetivo económico de una empresa y la posibilidad de generar alimentos?

La alimentación tiene que volver a ser un acto humano y no un acto empresario, es decir, un acto donde solo se busque una necesidad de ganancia. A la alimentación hay que sacarla del esquema del cual tiene atrapada a las marcas, luego puede haber pequeñas empresas alrededor de la alimentación pero no puede existir esta gran industria que está conformada por pocas empresas que tienen como objetivo darle de comer lo mismo a todo el mundo. Piensan y articulan la alimentación de una manera globalizada como si no hubiera territorios, culturas alimentarias, expectativas y posibilidades distintas. Se puede pensar desde una escala maleable y no de una estructura demencial como se está pensando hoy.

¿Percibís que la industria alimentaria capta el mensaje?

La industria alimentaria está compuesta por personas muy diversas y entre estas personas hay algunos que saben y están más atentos a lo que genera la sustitución de alimentos por productos masivos que tiene nuestra sociedad. Hay otra parte que cree realmente que le está dando de comer a otras personas con una idea nutricionista de la alimentación basada en inyección de nutrientes a una pasta yerma, hecha por ingredientes que no tienen nada y así se está creando un alimento.

Me parece que conviven estas dos cosas. Hay omnipotencia, hay ignorancia, hay prepotencia de lo técnico por sobre lo humano donde olvida que la alimentación no es solo nutrientes sino cultura, que es un territorio expresándose en determinadas maneras como en plantas, animales y en recetas, que por ejemplo va mucho más allá de lo que se puede lograr en una leche reconstituida agregándole hierro y calcio extra.

Pareciera que hay un cambio cultural en las decisiones de la industria alimentaria, llevándonos a experiencias de consumos artesanales, gourmet… ¿son solo acciones de marketing?

La industria alimentaria se mueve según las necesidades y búsquedas de los consumidores. Siempre se va a proponer lo que el consumidor desea. En este momento, los grandes productores de carne del mundo están por ofrecer hamburguesas veganas. Siempre que se pueda vender algo a un gran cúmulo de gente, lo van a producir, además cuentan con estas sustancias que pueden matamorfearse hasta encontrar cómo hacer posible que sus clientes deseen o esperen lo que podrían pagar. Ocurre con lo reducido en azúcar, en sal o cambiar grasa animal por la vegetal o bien, ver gran parte de la góndola ofreciendo alimentos veganos. Todo esto es la industria alimentaria percibiendo oportunidades de venta.

¿Cómo crees que influyen las crisis económicas en las decisiones de un consumo de alimentos más sano?

Las crisis económicas pueden ser un gran puntapié para que se desarrollen estrategias creativas de salidas posibles dentro de lo humano, eso ocurrió cuando despuntaron las huertas en Rosario, en Buenos Aires surgieron un montón de mercados siendo una gran cooperativa federal de productores que son los trabajadores de la tierra.
Las crisis son oportunidades de salida pero también son espacios de muchísimos sufrimientos y la comida en nuestro país es muy cara e inaccesible.

Durante muchísimos años se nos dijo que hay alimentos que son obligados, por ejemplo la leche y ahora que cuesta cinco veces más de lo que costaba antes, las personas no saben qué comprar y terminan comprando sustitutos de leche que son aún peores de lo que se consiguen en esas cajas.

¿Cómo ves el rol del Estado en la educación para consumir alimentos?

Creo que hay oportunidades de hacer las cosas mejor pero esas oportunidades son poco visibles y no están apoyadas por las políticas públicas. Rosario es una excepción pero en el resto del país no hay un plan alimentario o una guía concreta que ayude a las personas a vivir mejor. Hay mucho sufrimiento para vivir mejor.

Soledad Barruti