La alimentación se transformó en un acto cotidiano y casi inconsciente en los seres humanos gracias a la facilidad para cocinar y adquirir los productos que ingresan al cuerpo. Sin embargo, esta actividad, que cada vez lleva menos tiempo y atención, no siempre logra satisfacer la demanda de nutrientes que tiene el organismo. Es más, por el contrario, puede llegar a dañar nuestra salud.


Con la pandemia del coronavirus, y la implementación de una cuarentena obligatoria en el país y gran parte del mundo, el suceso de comer perdió simpleza y los consumidores comenzaron a reflexionar sobre sus hábitos, el origen y la consistencia de los alimentos y el destino de los desechos luego de cada desayuno, almuerzo, merienda y cena.


“Desde el punto de la ecología, lo que siempre fomentamos es la soberanía alimentaria, es decir, conocer lo que estamos comiendo y poder producir nuestro propio alimento. Esto también está relacionado al acceso a la tierra”, manifestó la licenciada en Gestión Ambiental, Carolina Acosta, y continuó: “El conocimiento sobre lo que estamos comiendo es un derecho constitucional. Los fabricantes deberían implementar un etiquetado en todos los productos alimenticios donde se informe al consumidor los ingredientes y que sea legible, porque se ponen en una letra muy pequeña”.
En cuanto a la calidad de los comestibles que se encuentran en las góndolas de los supermercados, la asesora remarcó: “Los ultraprocesados no son alimentos, son derivados de la industria de los agrotóxicos, que tienen soja transgénica, altos índices de azúcar y un montón de otros compuestos que son subproductos de esa industria”.
En sintonía con Carolina, la licenciada en nutrición Daniela Pascualini, dijo: “Los alimentos son de calidad cuando tienen el menor proceso posible, como son las frutas, verduras, carnes magras, lácteos (sin incluir yogures con confites adentro)”, explicó la directora Sede Regional Rosario de la Carrera de Licenciatura en Nutrición, y añadió: “Siempre van a ser más saludables si los podemos preparar nosotros en casa, porque no vamos a usar conservantes o un montón de aditivos para resaltar el sabor”.
“En Argentina hace 20 años que tenemos un modelo de agricultura subsidiada por los agrotóxicos, para poder producir soja transgénica a grandes cantidades. Este modelo que es productivo y económico tiene grandísimo impacto ambiental, como la contaminación del agua, la tierra y las personas”, critico Acosta e insistió: “Necesitamos una política fuerte de alimento, de control del Estado de la información nutritiva que se le da al consumidor y herramientas para llegar a la soberanía alimentaria”.

Hábitos en la alimentación en medio de la pandemia

El confinamiento provocó un cambio rotundo en la rutina familiar y una profundización de ciertas problemáticas como el desempleo, la pobreza y la inflación. Por supuesto, este panorama tuvo repercusión en la alimentación de los ciudadanos.
Industria Ambiental le consultó a la titular de DP Consultora Gastronómica y Nutricional, Daniela Pascualini, sobre las recomendaciones para no tener un desequilibrio de calorías y poner en riesgo la salud. “Creo que hay que limitar, no hay que prohibir. Hay que ir a lo simple, cuando uno hace el agregado (asado, más torta, más vino, más entrada), ahí está el problema”, opinó la especialista y agregó: “Lo ideal es que el plato tenga un cuarto de carne (del tamaño de la palma de la mano), uno de cereales y lo demás verduras”.
En tanto, la licenciada en nutrición indicó que la comida tiene un “componente muy emocional”,  por lo tanto, los hábitos del consumidor dependen del contexto social, económico y cultural. “Si a la gente le decís, con todo lo que está pasando, que en lugar del asadito se haga un pollo, no va a ser bien recibido”, comentó.   
También, la especialista remarcó la diferencia entre los productos light, dietéticos y comunes; dio recomendaciones para mejorar la alimentación y reconocer a los productos de calidad.

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Cuando los alimentos se transforman en basura

La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) estima que en el mundo se desechan alrededor de 1.300 millones de toneladas de alimentos, aproximadamente el 30% de la oferta alimenticia mundial. Estas cifras alcanzan a toda la cadena agroalimentaria, desde la producción primaria hasta el consumo en hogares y se traducen en un costo económico, social y ambiental muy significativo.

En el año 2018 se sancionó la Ley Nacional 27.454, que tiene entre sus objetivos la creación del Programa Nacional de Reducción de Pérdidas y Desperdicios de Alimentos. Este plan busca facilitar la donación de comida que se desecha en las distintas etapas de las cadenas de producción y comercialización.

Con la llegada de la pandemia del coronavirus al país, y la profundización de la crisis alimentaria, la incorporación de los gobiernos provinciales a normativa anteriormente mencionada se transformó en una urgencia. Por esto, la diputada de la UCR, Silvana Di Stefano, presentó un proyecto para que la provincia adhiera a la ley nacional Nº 27.454 y pueda crear un registro de instituciones de bien público que lleven a cabo la recepción y entrega gratuita de los productos alimenticios a los consumidores finales.

Asimismo, para reducir el desperdicio de alimentos en Rosario, la Municipalidad inició la campaña “Los Alimentos No Se Tiran”. La misma consiste en elaborar jugos con frutas recuperadas de los mercados de la ciudad (que de otro modo se hubieran descartado), y repartirlos entre los vecinos. Se estima que en los Mercados de Productores y de Concentración de Fisherton se pierden entre 10 y 12 toneladas de frutas y verduras por día.

Además, como parte de la misma iniciativa impulsada por el municipio, emprendedores gastronómicos de los corredores Pellegrini y Pichincha, se comprometieron a entregar a sus clientes la sobra de los alimentos que pidieron, para que éstos no se conviertan en desechos.
Otra propuesta que gestiona la Municipalidad junto al Banco de Alimentos (BAR) y el Mercado de Productores, y que ya tiene varios años de trayectoria, es la denominada “Recupebar”. Su función es la de recolectar mercadería que no presenta condiciones estéticas para la venta pero que aún puede consumirse y repartirla entre más de 190 comedores de la ciudad.

Compost, cuando los desechos orgánicos vuelven al suelo

Una de las formas de reducir la cantidad de desechos orgánicos que van a los rellenos sanitarios para transformarse en gases contaminantes es la creación del compost en el hogar.
“El compostaje es maravilloso porque es un freno a una cadena de efectos ambientales que se producen si lo envías al relleno sanitario”, afirmó la asesora en compostaje de residuos orgánicos, Carolina Acosta, en diálogo con Industria Ambiental y agregó: “Además, transformás los desechos en un mejorador del suelo altamente nutritivo para tus cultivos”.

Según la licenciada en Gestión Ambiental, el compost no es sólo un fertilizante, sino que mejora la tierra donde se cultivan los alimentos y tiene varios beneficios para el suelo.

“Cuando empezás a compostar no sacás más la basura, vas a armar una pequeña bolsita cada 15 días. De esta forma, aportas al paradigma de basura cero”, aseguró la asesora.

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Agricultura urbana: sano y sin intermediarios

Como respuesta a la crisis económica del 2001, la Secretaría de Promoción Social de la Municipalidad de Rosario, junto al Centro de Estudios de Producciones Agroecológicas (CEPAR), el Programa de Seguridad Alimentaria Pro-Huerta del INTA y el Ministerio de Desarrollo de la Nación, lanzó el Programa de Agricultura Urbana (PAU), en febrero de 2002.


La propuesta tenía como objetivo la mejora de la calidad de vida de los sectores que se encontraban en condiciones de vulnerabilidad, generando estrategias participativas y solidarias de producción en huertas urbanas grupales, comercialización en ferias (inexistentes en la ciudad hasta ese momento) y consumo de alimentos sanos.

En muy poco tiempo, se sumaron a la agricultura urbana miles de familias rosarinas.
“Rosario es una ciudad ejemplo, pero a pesar de eso hay mucho para hacer. Hay espacios permanentes de la agricultura urbana, como son los Parques Huertas, corredores verdes de las vías o huertas en hospitales, pero todavía tenemos muchísimo lugares en circunvalación que se podrían utilizar para este fin”, comentó Antonio Lattuca, ingeniero agrónomo de la Universidad Nacional de Rosario (UNR), y afirmó que los cultivos saludables en los espacios abiertos de la metrópoli tendrían que “ser una política transversal”.



El ex Coordinador del Programa del Agricultura Urbana de la Municipalidad de Rosario, en diálogo con Industria Ambiental, repasó su experiencia con los huerteros en los últimos veinte años: “He pasado por distintos momentos, en la primera etapa fue trabajar con las escuelas y las huertas familiares; después del 2001 surgió la posibilidad de hacer huertas más grandes y ferias para vender; en los últimos años además de hacer huertas para personas que no tenían ingresos empezamos un ciclo de huertas en casas, que tiene una demanda muy grande”, señaló el Técnico del Programa Pro-Huerta INTA (Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria), y destacó que “hay interés de la gente muy madura y de los jóvenes”.
Hoy en día, la agricultura urbana se consolidó como un modelo donde se siembran y cosechan alimentos “sin venenos” y se genera una cadena de comercialización y producción solidaria y participativa.

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