El cambio climático está provocando que, en los últimos años, las olas de calor sean más comunes, más largas y más cálidas en todo el mundo. Esta problemática queda demostrada en cada temporada, cuando se establecen nuevos récords diarios de temperaturas altas y bajas.

Las temperaturas diarias se miden en cientos de estaciones meteorológicas en todo el planeta. En los Estados Unidos, los registros máximos y mínimos en las estaciones meteorológicas se establecieron aproximadamente al mismo ritmo en la década de 1950, sin embargo, desde finales de la década de 1960, el número de temperaturas máximas diarias récord medidas cada año ha ido creciendo a un ritmo más rápido que el registro de las temperaturas diarias bajas.

Este cambio se debe en gran parte a un número mucho menor de bajas temperaturas diarias récord en las últimas décadas. Ese patrón fue evidente en enero de 2019, cuando se establecieron 17 temperaturas récord de frío en todo el mundo y 269 temperaturas récord de calor.

Los científicos también estudian la atribución de eventos extremos para averiguar si el calentamiento del clima ha hecho que un evento extremo como una ola de calor sea más grave o tenga mayores probabilidades de ocurrir. Utilizan modelos informáticos para simular las condiciones meteorológicas con o sin calentamiento global y otros factores que pueden contribuir. Al comparar diferentes escenarios, los científicos pueden saber que el calentamiento global está empeorando las olas de calor.


La reciente ola de calor en Argentina fue 60 veces más probable

Según un análisis de atribución realizado por World Weather Attribution (WWA), el cambio climático causado por el hombre hizo que la ola de calor récord en el norte de Argentina, a principios de diciembre, fuera aproximadamente 60 veces más probable. WWA es una colaboración internacional que analiza y comunica la posible influencia del cambio climático en eventos climáticos extremos, como tormentas, lluvias extremas, olas de calor, olas de frío y sequías.

A mediados de noviembre de 2022, gran parte del norte y centro de Argentina y los países vecinos experimentaron temperaturas inusualmente altas. Más tarde, una segunda ola de calor a principios de diciembre dejó temperaturas que superaron los 40° C en 24 estaciones meteorológicas, cuatro de ellas por encima de 45° C. En el comienzo del 2023, el escenario fue similar.

Para cuantificar el efecto del cambio climático en las altas temperaturas, en el norte de Argentina y Paraguay, los científicos analizaron datos meteorológicos y simulaciones de modelos para comparar el clima actual, 1,2° C más caliente que en 1850, con el clima del pasado.

El análisis de atribución, como se los conoce a estos estudios, se centró en la temperatura máxima diaria para el período más caluroso de una semana, del 4 al 10 de diciembre de 2022.

Los resultados mostraron que el cambio climático hizo que un evento como la ola de calor registrada en nuestro país sea aproximadamente 60 veces más probable que ocurra y 1,4º C más caliente. Además, se determinó que ahora se puede esperar un evento similar aproximadamente una vez cada 20 años, con un 5 % de posibilidades de ocurrir cada año, pero que sin los efectos de las emisiones humanas de gases de efecto invernadero, habría sido un evento extremadamente inusual.

También se analizó que se puede esperar en un futuro cercano. Si las temperaturas globales continúan aumentando, los eventos como estos serán más frecuentes e intensos.

Juan Rivera, científico del Instituto Argentino de Investigación de la Nieve, Glaciología y Ciencias Ambientales (IANIGLA) y autor de este trabajo, dijo: "Existe una creciente preocupación en Argentina y América del Sur por las olas de calor, que se han vuelto más frecuentes y severas en las últimas décadas. Estos acontecimientos recientes son un claro ejemplo de ello. Y a menos que se reduzcan las emisiones de carbono, el cambio climático continuará favoreciendo la ocurrencia de temperaturas récord a fines de la primavera y principios del verano, en una época del año en que las personas no están preparadas para lidiar con el calor extremo".

Las olas de calor se encuentran entre los peligros naturales más mortíferos. Cada año, miles de personas mueren por causas relacionadas con el calor; y se sabe que los eventos inusualmente cálidos de principios de temporada son particularmente más mortales. Sin embargo, el impacto total de una ola de calor a menudo no se conoce hasta semanas o meses después.

El área también está experimentando una sequía prolongada que comenzó en 2019 y ha empeorado desde entonces. La sequía y el calor se refuerzan mutuamente y exacerban los impactos en la agricultura.

Islas de calor en la ciudad

Las olas de calor no sólo se volvieron más largas e intensas, sino que se hacen tienen un impacto diferente según las condiciones de ciertos lugares.

El Observatorio Ambiental de la Universidad Nacional de Rosario (UNR) realizó un estudio de campo para detectar las islas de calor, es decir, las diferentes temperaturas que se registran en distintos barrios de la ciudad y su relación con algunos indicadores urbanos.

“Se necesita un mayor equilibrio. Lo que estuvimos haciendo, principalmente, es demostrar las diferencias de temperaturas que hay entre los lugares con sombra y árboles y el asfalto”, indicó Matías De Bueno, Director del Observatorio, en diálogo con Industria Ambiental.

“Cuando hablamos de islas de calor estamos hablando de lugares donde el calor es mayor. Hay dos vertientes, por un lado la diferencia entre las ciudades, donde siempre se nota una temperatura mayor por la mayor superficie de concreto, y las afueras; después, dentro de las propias ciudades, están las islas de calor urbano, que son esos dos o tres grados que se dan de acuerdo a la superficie verde y cemento”, explicó el Abogado especialista en Derecho Ambiental.

A fines de noviembre, cuando llegó la primera ola de calor de la temporada a Rosario, desde el Observatorio estuvieron midiendo la temperatura en el centro de la ciudad, en Plaza Sarmiento. En este estudio, se demostró que la medición llegaba a los 61.7°, en pleno sol, mientras que la temperatura registrada bajo los árboles de 31°. Esta diferencia también se observó en barrios donde la cantidad de espacios verdes era mayor.


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Un millón de árboles en 2030

La Universidad Nacional de Rosario presentó, a principios de 2021, Arbolar UNR, un proyecto que apuesta a colaborar con la plantación de un 1 billón de árboles a nivel mundial, objetivo propuesto en la reunión de Davos 2020, y a contribuir con la generación de consenso social acerca de la importancia de preservar las especies vegetales para el equilibrio ambiental.

El Programa tiene como objetivo acompañar la meta de un millón de árboles en 2030, en la ciudad de Rosario y con todas aquellas acciones similares de los gobiernos locales de la región, como así también la difusión de las mejores prácticas de cuidado, apelando a la responsabilidad de quienes sean sus protectoras y protectores a lo largo de su crecimiento.

“El objetivo es poder llevar una entrega mayor, año a año, y que la gente se convierta en protectora de los árboles con un concepto de bosque urbano, que tiene que ver con que cada uno en su casa pueda poner más árboles”, comentó De Bueno, y continuó: “Incentivamos a que haya más espacios verdes, a medida que se vaya avanzando en el tiempo, porque es lo que se necesita para tener una baja en la temperatura”.

Hay tres líneas distintas de árboles dentro del programa de la UNR: la primera corresponde a los cítricos, que se suelen entregar a principios de año; la segunda, son los nativos, los cuales son entregados en esta oportunidad y se generan en los viveros de la Universidad; por último, los aromáticos, que se entregan a finales de año. Desde que se inició el programa, se entregador cerca de cinco mil árboles por año.

La Organización Mundial de la Salud recomienda que las ciudades puedan ofrecer entre 10 y 15 m2 de espacios verdes por habitante, distribuidos proporcionalmente según la densidad de población. La ciudad de Rosario tiene casi 12 m2, por encima del resto de las grandes ciudades argentinas como Córdoba (7 m2) o Ciudad Autónoma de Buenos Aires (3,5 m2).
Además la ciudad cuenta con aproximadamente 420 mil árboles (un promedio de 13 por cuadra), entre los que se destacan especies como el fresno, el plátano o el ligustro.