"Nuestro destino nunca es un lugar, sino una nueva formade ver las cosas." (Henry Miller).


Vivir es un verbo simple que nombra una acción compleja...y cuánto. Tan es así que desde nuestros orígenes los místicos, los artistas, filósofos, científicos, han dedicado sus saberes para el análisis y la comprensión del vivir.

Y con ello han buscado profundamente entre justificaciones biológicas y simbólicas del existir, en mil y una razones, en las causas, en los efectos de la vida. En los por qué y a veces más recientemente, también en los para qué.

Nada de esto es ajeno a la arquitectura como arte del espacio habitado. Pero hoy como arquitectos en la contemporaneidad, queremos reducirnos –por simplificarnos, por resumirnos- en ver de qué se trata el lugar para Vivir en su expresión minúscula.


CASAS MÍNIMAS

Una parte de la humanidad actual, ya sea por evolución de su forma de “ocupar” el espacio físico, o por la rigurosidad que impone el sistema económico de mercado, nos presenta como tendencia de moda la preferencia por los espacios habitables mínimos. Abarcables con un guiño del ojo.

Como una forma de ver las cosas, las CASAS MÍNIMAS -de entre 15 y 50 metros cuadrados conocidas también como tiny houses, minicasas, casas portátiles, casas de bolsillo (pocket), microviviendas- participan del fenómeno de que en general son preferidas por quienes a la vez buscan la naturaleza, la armonía social, y practican el cuidado del medio ambiente y la igualdad especista.

Sin dudas estas construcciones pueden ser solución a graves problemas de vivienda de sectores de población de medianos y pobres recursos en cualquier parte del mundo -también para situaciones de catástrofe y emergencia- por sus costos reducidos y la eficiencia energética que proveen.

Pero más relevante que el mérito de una arquitectura que ayuda a paliar los desequilibrios de sistemas socio-económicos basados en la injusticia y falta de equidad- y que lamentablemente visto de ese modo se convierte en cómplice y preservador-, es que las CASAS MÍNIMAS tratan de una concentración de lo más constitutivo del habitar, de lo sustancial para vivir.

Si el desafío en la arquitectura sustentable se puntúa en lanzar las hipótesis correctas para resolver el compromiso ético de preservar el futuro de la vida en el planeta, en equilibrio con lograr la satisfacción del confort humano actual, se estarían formulando proyectos que no sean un fin en sí mismo, sino que signifiquen un “factor de incremento” – un potenciador- de la calidad del medio ambiente y su relación inmediata con la calidad en el vivir.

Estaríamos ante la puesta en marcha de un proceso regenerativo en la arquitectura a través –y partiendo- del habitar mínimo. Como la obtención de la esencia pura para la creación del perfume más refinado.

PROYECTO JANUS http://www.proyectojanus.green